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por: Mary Ávila Peltroche
Siempre hemos visto a los perros como nuestros fieles acompañantes. Aquellas mascotas que están a nuestro lado, que llegan a ser ávidos guardianes y consideramos como parte de la familia, pero ¿alguna vez te has preguntado cómo era la vida de estos animales y cómo eran vistos en el Perú Prehispánico?
Los perros (Canis lupus familiaris) empezaron a ser domesticados hace aproximadamente 30,000 años (Germonpré, et al. 2009), llegando al continente americano alrededor hace unos 15,000 años (Perri, 2019). En los Andes, la evidencia más temprana se encontró en la cueva de Telarmachay (6000-5000 a.C.), donde se registran huesos de perros mezclados con huesos de otros mamíferos además de posibles ofrendas (Lavallée, 1996). Estas primeras evidencias denotan ya una estrecha relación entre estos animales y los humanos.
Detalle de huella de perrito en adobe moche, Huaca Cao Viejo.
En la actualidad, se considera que en el antiguo Perú existieron 2 razas de perro y al menos 2 variedades de ellos: El perro peruano sin pelo (con su variedad con pelo), el pastor chiribaya, una raza de hocico corto y otra de hocico largo (Luz Segura en Estremadoyro, 2017). Sin embargo, el día de hoy la única raza considerada por el Federación Cinológica Internacional (FCI) es el perro peruano sin pelo (PPSP). A pesar de esto, en el arte prehispánico podemos ver representaciones de estos animales mostrando las diferentes variedades.
Huella de pie humano, abajo, y de perrito arriba, junto a la escala. Claramente las huellas fueron colocadas cuando el adobe estaba aún fresco, antes de secar. Estos adobes formaban parte de un relleno constructivo en la parte elevada de la Huaca Cao Viejo, entre 500-800 d.C.
Durante la época Moche (100-800 d.C.) es común la presencia de un perro de talla mediana con pelaje blanco/crema y que presenta manchas oscuras. Aunque es difícil identificar y caracterizar a esta raza, su rol dentro de la sociedad moche parece ser la de constante acompañante del ser humano. Está representado en la iconografía acompañando en eventos de tránsito a la muerte o en escenas de caza a personajes principales y/o sobrenaturales. En los Andes se encuentran perros sacrificados o representaciones de ellos en entierros. Tal es el caso de la tumba del Señor de Sipán y vasijas escultóricas de la variedad mencionada en una tumba hallada en la Huaca Cao Viejo, costumbre que se asemeja a la situación de los perros Xoloitzcuintle en México.
La escasa presencia de representaciones de perros sin pelo en el arte moche nos lleva a pensar que estos no eran comunes o que simplemente no cumplían un rol preponderante dentro de las escenas representadas. En la Costa Norte, durante la época Lambayeque y Chimú (900-1375 d.C) se presta mayor atención a estos animales ya que aparecen representados en las vasijas con rasgos que son fácilmente identificables.
A pesar de que no podemos descartar que estos animales pudieron vivir a lo largo de los Andes Centrales, es decir la mayoría del territorio que el Perú hoy ocupa, aparecen con mayor frecuencia en el arte de los pueblos costeros preincaicos. Sociedades como la Lambayeque, Chimú y Chancay supieron plasmar en su arte a estos perros, generalmente mostrados en situaciones de amamantamiento de sus crías y en posición sentada.
Tras la llegada de los españoles, los perros peruanos fueron marginados, en especial los perros sin pelo, a tal punto que estuvieron en peligro de desaparecer como raza. Esto se debió principalmente a su apariencia física, la cual se consideraba grotesca en comparación a los perros europeos. Diferentes cronistas hacen descripciones de estos, entre ellos Bernabé Cobo que los describe: “chiquillos, feos, y de mala catadura, porque no tienen pelos, sino cuero descubierto, casi como el humano, que causa asco verlos.” Sin embargo, los perros peruanos sin pelo lograron mantenerse hasta el día de hoy y a partir de 1985 fueron incorporados como raza oficial en el FCI, pasando a ser Patrimonio Cultural de la Nación desde el 2000.
La presencia de los perros dentro de los principales ámbitos de la vida social del antiguo Perú se ve reflejada en los diversos usos que se les dio a estos animales. Su carácter territorial los hace excelentes guardianes y animales de pastoreo para el control de los rebaños. Además, debido a la relación íntima con las personas, cumplieron diferentes roles dentro de las costumbres de los pueblos.
De estos animales prehispánicos tenemos distintas evidencias arqueológicas como osamentas, representaciones iconográficas y otras muy particulares como el reciente hallazgo de una huella de perro en un adobe utilizado en una de las fases constructivas de la Huaca Cao Viejo. La impronta de la pisada de un perro prehispánico en la producción de adobes es muestra del constante acompañamiento de estos animales en las actividades cotidianas de la gente moche. Asimismo, la presencia de estos perros es testimonio de los procesos históricos de adaptación a diferentes situaciones y condiciones, siempre de la mano de los grupos humanos en su largo camino de transformación del territorio andino, generándose un estrecho vínculo que comenzó miles de años atrás y se mantiene hasta el día de hoy.