El Complejo Arqueológico El Brujo, situado en el litoral del valle del río Chicama, es un extenso asentamiento cuyas primeras ocupaciones humanas se remontan a 14 mil años antes del presente. Dentro de esta prolija historia social, la Huaca Cortada (o El Brujo), ubicada en el extremo noroeste del complejo y a escasos metros del Océano Pacífico, es una de las construcciones prehispánicas más destacadas debido a su ostentosa monumentalidad, a su paisaje íntimamente ligado al mar, y las menciones que ha recibido en la literatura por parte viajeros y arqueólogos.
La Huaca Cortada mide aproximadamente unos 100 x 100 metros y alcanza unos 17 metros de alto. Al igual que la Huaca Cao Viejo, está construida íntegramente en base a adobes paralelepípedos de época Moche (100-800 d.C.). Los dos gigantescos tajos o cortes que se observan en el frontis sur y que llegan hasta cerca del núcleo del edificio, desgraciadamente, son los rasgos más resaltantes de esta huaca y la razón de su actual nombre.
Los más antiguos registros de este edificio datan de 1868, fecha en la que Antonio Raimondi llega al valle de Chicama como parte de una expedición a todo el país. El naturalista italiano documentó que, en aquel tiempo, Huaca cortada era denominada como “Huaca Redonda” debido a que los taludes cubrían, como hasta ahora, todo su contorno. Es particularmente interesante que el acucioso Raimondi no haya hecho mención de los dos grandes cortes de la huaca, lo que hace suponer que dichos forados fueron realizados en años posteriores.
A inicios del siglo XX, con el desarrollo de la arqueología como disciplina científica, el Complejo Arqueológico y la entonces llamada “Huaca El Brujo” fueron visitadas por los arqueólogos norteamericanos Samuel K. Lothrop (1926) y Wendell C. Bennett (1936), quienes generaron los primeros archivos fotográficos de Huaca Cortada. Las fotos tomadas registran los tajos de la huaca, los grandes rellenos de adobes, muros enlucidos y frisos de figuras en alto relieve. Si bien la visita de Lothrop no dejó información escrita que permitiera rastrear las fechas de realización de los cortes en el edificio, podemos establecer un rango de 58 años, entre su visita y la de Raimondi, como el tiempo en el cual sucedieron dichas afectaciones.
En esa época, Alfred L. Kroeber, notable antropólogo estadounidense, arribó al Complejo Arqueológico en compañía de Julio C. Tello, el padre de la arqueología peruana. En la visita de 1926, Kroeber recoge versiones locales que reportan que los cortes de “Huaca El Brujo” fueron realizados por las poblaciones vecinas del complejo. El objetivo de dichas intervenciones sería, de acuerdo a estas versiones, extraer los adobes bien conservados del edificio, y no tanto la búsqueda de los supuestos tesoros que debían existir en el interior del mismo. Ello explica el perfil tan recto y bien cuidado que tiene, sobre todo, el forado principal.
En tiempos recientes, intervenciones arqueológicas de pequeña escala fueron emprendidas por la Fundación Wiese con el fin de entender la historia constructiva de la Huaca Cortada, denominada así tras las excavaciones de Junius Bird en Huaca Prieta (1949). Así, se identificó la secuencia constructiva del monumento en base a los perfiles expuestos por el tajo de mayor tamaño (45 metros de longitud y 5 metros de ancho). Por ello se entiende que la Huaca Cortada tuvo un proceso constante de crecimiento arquitectónico por medio de la técnica constructiva de Bloques de Adobe Tramado (BAT), conjuntos organizados de adobes paralelepípedos que son reconocidos en Huaca Cao Viejo para cubrir los niveles de uso previos. Cada gran fase constructiva del edificio estuvo relacionada a un nuevo frontis de forma escalonada, haciendo que la huaca gane tamaño tanto hacia arriba como a los lados.
Los frisos, registrados a inicios del siglo XX, son imágenes polícromas en alto relieve de claro estilo Moche; por su estilo y posición estratigráfica, corresponden a las fases más tempranas de la Huaca Cortada. Los diseños plasmados en estos muros son franjas diagonales con representaciones de peces “life” (Trichomycterus sp.) con colores intercalados. Estas figuras murales y su configuración son recurrentes en las fases tempranas de Huaca Cao Viejo, específicamente en el extremo sur del Patio de las Rayas y Mantarayas, y en el Recinto-Mausoleo de la Señora de Cao.
Todas estas evidencias nos indican que Huaca Cortada y Huaca Cao Viejo son en buena cuenta edificios contemporáneos, hasta donde la evidencia nos permite entender, y que el funcionamiento de ambos fue probablemente complementario en torno a actividades políticas, religiosas e incluso económicas durante la época Moche.
Los trabajos realizados por la Fundación Wiese, basados en los perfiles expuestos de la Huaca Cortada, así como las tempranas evidencias planteadas en el presente artículo, han permitido identificar el grave estado de conservación del monumento. La fase constructiva más externa se encuentra gravemente dañada por la brisa y la salinidad del mar, el cual se encuentra a pocos metros de distancia; el forado, evidentemente, no sólo ha destruido lo más tardío sino ha penetrado en las fases más tempranas del edificio, haciendo que la humedad ingrese y afecte lo más profundo del edificio, afectando la estabilidad estructural del mismo. Considerando el gran potencial de información y conocimiento que contiene, develar los secretos de la Huaca Cortada implica intervenirla de manera integral, un gran esfuerzo que involucre un proyecto sostenido de conservación que vaya de la mano de la investigación científica, y posteriores y permanentes labores de mantenimiento, monitoreo y puesta en valor.