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Cada 11 de abril, el Perú rinde homenaje a sus arqueólogos, guardianes de nuestro pasado y claves para comprender nuestro presente. En reconocimiento, se celebra el Día del Arqueólogo Peruano, una fecha para honrar y reconocer la dedicada labor de aquellos que desentrañan los secretos del pasado. Dicha fecha se asignó en honor al 'Padre de la Arqueología Peruana', Julio C. Tello. Para conocer más de esta labor, entrevistamos a Augusto Bazán, director de investigaciones del Complejo Arqueológico El Brujo (CAEB).
La arqueología es mucho más que desenterrar artefactos antiguos; es una disciplina que nos permite reconstruir sociedades y culturas perdidas en el tiempo. Augusto Bazán nos recuerda que este sitio, ubicado en el valle de Chicama, es un testimonio vivo de la historia peruana, con ocupaciones que datan 12,000 años antes de Cristo.
“Este sitio, ubicado en el valle de Chicama, es un tesoro arqueológico que ofrece una ventana al pasado prehispánico y colonial temprano de la costa norte peruana”, afirma Bazán.
Según Bazán, los arqueólogos del Complejo Arqueológico El Brujo desempeñan un papel fundamental en la investigación y excavación de este importante sitio. En sus propias palabras, Bazán declara: "Las excavaciones aquí son bastante importantes y no solo ello, sino críticas y necesarias por cuanto dan idea de toda la secuencia cultural ocurrida en el valle de Chicama. Esto sirve para aproximarnos a cómo es que este valle en general ha funcionado antes de nosotros”.
Estas excavaciones proporcionan además conocimientos sobre aspectos como la alimentación, las condiciones climáticas históricas y las interacciones entre las comunidades que habitaban el valle y las regiones circundantes. También permiten que los arqueólogos investiguen respecto a la historia climática y las innovaciones culturales que ocurrieron en el pasado en esta región. Todo este trabajo contribuye en conjunto a tener un mejor entendimiento de la historia peruana y de cómo las sociedades antiguas respondían a diferentes desafíos y estímulos en su entorno. “El Brujo, en el marco de la arqueología de la costa norte es bastante importante, debido a su riqueza ocupacional”, refiere Bazán.
La costa norte del Perú alberga un tesoro escondido: una multitud de sitios arqueológicos impresionantes, aún por descubrir. Sin embargo, a pesar de su riqueza cultural, solo una pequeña fracción de estos lugares ha sido estudiada en profundidad. Uno de estos sitios es el Complejo Arqueológico El Brujo, ubicado en el valle de Chicama. Gracias al apoyo fundamental de la Fundación Wiese, este sitio ha sido objeto de un intenso trabajo de investigación, conservación y promoción, lo que ha permitido que sea conocido y preservado adecuadamente.
Gracias a este esfuerzo conjunto, el sitio ha experimentado un notable desarrollo turístico en los últimos años. Se han implementado diversas actividades para los visitantes, como visitas guiadas, talleres y eventos culturales, que han permitido a miles de personas conocer este fascinante legado del pasado.
Asimismo, Bazán mencionó que la Fundación Wiese, de manera voluntaria y sin incentivos externos, ha sido un pilar para que la arqueología peruana en El Brujo prospere: "Sin la Fundación Wiese no habría sido posible las investigaciones, la conservación, y la puesta en valor que hace que este sitio sea conocido por la arqueología, explicado, preservado y expuesto para el desarrollo de actividades turísticas y todo el círculo virtuoso que el turismo trae consigo, en términos económicos y sociales".
En el marco del Día del Arqueólogo Peruano, desde la Fundación Wiese expresamos nuestro profundo agradecimiento a todos los arqueólogos del país y especialmente a los profesionales del Complejo Arqueológico El Brujo por su invaluable valor y compromiso con la historia y la cultura peruana.
Extendemos un sincero reconocimiento a los profesionales que se encargan de velar por la conservación e investigación arqueológica en el CAEB, tales como Augusto Bazán, director de investigaciones, a José Ismael Alva, arqueólogo residente, a Rubén Buitron, arqueólogo y jefe de laboratorio; y a Cynthia Sialer Carrillo, jefa de conservación inmueble. Su labor diaria nos ha permitido adentrarnos en los secretos y maravillas de nuestro pasado, preservando y difundiendo este valioso legado para las generaciones presentes y futuras. Su dedicación y esfuerzo son un ejemplo de pasión por la arqueología y por nuestro patrimonio cultural, y su contribución es invaluable para el enriquecimiento de nuestra identidad como nación.