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Durante las investigaciones arqueológicas realizadas en el Complejo Arqueológico El Brujo se han descubierto una gran cantidad de vestigios que han sido, o continúan siendo, conservados e investigados por los especialistas.
De estos vestigios más de 290 son exhibidos en el museo, mientras que el resto permanece en los depósitos o laboratorios de investigación. Recientemente, la Fundación Wiese ha creado el microprograma El Brujo: acceso permitido para acercar estos hallazgos al público y así difundir los conocimientos acerca de las antiguas ocupaciones culturales que tuvieron lugar en este importante sitio arqueológico de la costa norte del Perú.
Esta vez, nos adentramos al depósito 5 del Complejo Arqueológico El Brujo, donde se albergan las piezas recuperadas de las excavaciones arqueológicas del sector colonial. A continuación hablaremos más de ellas.
Con la llegada de los españoles a nuestro territorio, se crearon reducciones de indios. Uno de los primeros que se creó en la zona fue el de Santa María Magdalena de Cao, en 1566 y, en un primer momento, se ubicó en la desembocadura de un ramal del Río Chicama; producto de ello sucumbió al poco tiempo a causa del Fenómeno del Niño.
En consecuencia, los pobladores migraron al área que actualmente corresponde al Complejo Arqueológico El Brujo, en donde construyeron un asentamiento sobre el extremo norte de la plaza de la Huaca Cao Viejo.
Este nuevo asentamiento se distribuyó en cuadrículas y contó con una iglesia administrada por la Orden de Santo Domingo. Para construir las viviendas y la iglesia se usó quincha, así como restos de adobe que en su momento formaron parte de las antiguas construcciones prehispánicas del lugar.
La ocupación colonial de la zona perduró por los siguientes 200 años, y su presencia no solo influyó en las nuevas construcciones que se realizaron aquí, sino también en los productos y artefactos que los pobladores españoles trajeron del viejo continente, entre ellos: vestimenta, artilugios, papel, entre otros.
Prueba de esta ocupación son los hallazgos recuperados en excavaciones entre 2004 a 2007 (tanto en la iglesia como en el pueblo colonial); donde se recuperaron camisas, calzado, polainas, sombreros de estilo europeo.
Un rasgo interesante de estos descubrimientos es que si bien muchos fueron hechos con técnicas europeas, también hay evidencia del uso de técnicas de elaboración prehispánica, por ejemplo, la tela pintada, aunque ahora decorada con motivos cristianos.
Pese a que existió en la época una fuerte imposición cultural, los hallazgos en el Complejo Arqueológico El Brujo han revelado que la población local no abandonó por completo sus antiguas costumbres y conocimientos.
Prueba de ello es la ofrenda encontrada en una de las residencias o la valva de spondylus que se encontraba incrustada en el suelo de la sacristía, ambos con una fuerte carga religiosa prehispánica.
Según investigaciones se conoce que los dominicos abandonaron el lugar entre finales del siglo XVII e inicios del XVIII. En cuanto a la población, esta lo hizo durante la primera mitad del siglo XVIII. Estos últimos se trasladaron 4 km al norte donde actualmente existe el pueblo moderno de Magdalena de Cao.
Gracias a los descubrimientos de la ocupación prehispánica en el Complejo Arqueológico El Brujo podemos conocer el proceso progresivo de adopción y adaptación de los elementos traídos por la cultura europea.
Los cuales a su vez, se han mezclado con los existentes en la cultura andina.
La evidencia también permite conocer la resistencia a la desaparición de antiguas tradiciones prehispánicas, algunas de las cuales todavía siguen vigentes.