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José Ismael Alva Ch.
La agricultura es una de las actividades económicas más importantes en la historia de la humanidad, pues su desarrollo constituyó una revolución en el abastecimiento de los alimentos. Esto, sin embargo, fue posible gracias al proceso de domesticación de las plantas, que, en el caso de los Andes, se remonta a 11 mil años atrás.
Los antiguos peruanos supieron aprovechar muy bien los recursos del medio ambiente. Así, aprendieron a reconocer qué especímenes crecían mejor en cada uno de los pisos ecológicos de la Cordillera de los Andes, además crearon calendarios agrícolas que les permitieron organizar las épocas de siembra y cosecha.
Teniendo como antecedentes las experiencias de antiguas sociedades, cuando los mochicas se desarrollaron en la Costa Norte del Perú (entre el 100-800 d.C.) estos ya tenían acceso a una amplia diversidad de plantas y conocimientos agrícolas. Por ejemplo, ya que son posteriores a la época Gallinazo (Gagnon, 2008; Lambert, 2012), los mochicas pudieron disfrutar la ampliación de los valles realizada a través de la construcción de canales de irrigación entre los años 200 a.C.-100 d.C.
Los estudios hechos en los asentamientos mochicas han permitido conocer cuáles fueron las plantas que consumieron. Así, se sabe que en las áreas urbanas como Huaca Cao Viejo (Valle de Chicama) y Huaca de la Luna (Valle de Moche) se cultivaban y consumían cereales como el maíz, frutas como la chirimoya, guanábana, ciruela de fraile, mamey, ají, zapallo loche, mate, lúcuma y guayaba; legumbres como el maní, pacae, pallar de los gentiles, pallar, frijol y algarrobo y, tubérculos como papa, camote, yuca y achira. Vale decir que, sobre estos últimos, la papa es el espécimen que puede cultivarse en diversos pisos ecológicos, aunque crece en mejores condiciones entre los 2000 y 4000 msnm.
Respecto a la forma como estos productos eran consumidos, se sabe por las investigaciones realizadas que, en el caso de las legumbres, algunas se comían cocidas junto con otros alimentos; otras se consumían tostadas o frescas, como en el caso del pacae. Respecto al maíz, este no solo estaba presente en alimentos, sino también en bebidas como la chicha de maíz. En relación con esto último, existen vestigios de un área de preparación y almacenamiento de chicha en el sector Las Tinajas del Complejo Arqueológico El Brujo, así como en la zona urbana de Huaca de La Luna. Según Gummerman (2010), la chicha era servida en festividades comunales, así como en ceremonias conmemorativas.
En el antiguo Perú, las tareas vinculadas a la siembra, el cultivo y la cosecha eran distribuidas entre los integrantes de la unidad familiar, por lo que no es adecuado considerar que únicamente los hombres se dedicaban a la labor agrícola. Incluso la participación de los niños y las niñas garantizaba que aprendieran desde muy jóvenes las actividades del campo.
Las excavaciones en la Huaca de La Luna han revelado que la población dedicada a la agricultura no vivía en las áreas urbanas, donde la élite moche, a través de los templos, dominaban los destinos de la vida social. Estas familias vivían en aldeas distribuidas cerca de las áreas de cultivo, y probablemente la organización interna del asentamiento (gobierno y manejo de labores) se realizaba a través de los lazos de parentesco. Por desgracia, la precariedad estructural de dichos hogares, y su ubicación próxima a las sementeras, hace casi imposible que los arqueólogos puedan encontrarlas y estudiarlas.
Ejemplos de las aldeas mencionadas anteriormente, son los asentamientos rurales de Santa Rosa de Quirihuac (de la fase moche temprano) y Ciudad de Dios (fase moche tardío) en el valle medio Moche, 12 km al este de Huaca de la Luna. Estas se diferencian porque en el primer asentamiento existió un limitado acceso a productos agrícolas, entre los que primaba el consumo de frijoles, pallares y pallares de los gentiles; mientras que en el segundo se hizo cada vez más evidente la existencia de jerarquías sociales al interior de la aldea, con el surgimiento de una élite rural que supervisaba la producción de alimentos (Gummerman y Briceño, 2003, p. 231-232). Esta elite además ofrecía grandes banquetes comunales donde se consumía una porción relevante de los productos agrícolas, carne de camélido y chicha, como retribución por la realización de las faenas del campo en favor del Estado Mochica (Gummerman y Briceño, 2003, p. 239).
En síntesis
La diversidad de plantas a las que accedieron los mochicas fue resultado de los procesos de domesticación y de acondicionamiento de nuevas áreas de cultivo realizado por sus antecesores en siglos previos.
La infraestructura agrícola y el esfuerzo de los agricultores mochicas fueron la base para el suministro de alimentos que, en buena parte, sostenían la vida en las áreas urbanas, donde residía la clase sacerdotal y los artesanos más destacados de la sociedad. Si bien se han documentado grandes banquetes comunales en las aldeas y las áreas urbanas, estos ocurrían de manera excepcional y no como parte del día a día de las poblaciones. Exámenes más detallados de nuevos contextos relacionadas de la vida cotidiana de los moches, nos deberían revelar si efectivamente la diversidad de alimentos era distribuida sin mayor distinción social entre las poblaciones mochicas.
Bibliografía